Vídeo completo del acto de homenaje a Juan Terroba Valadez, realizado el 26 de octubre de 2024 en el Convento de Santo Domingo (Palacio de Congresos de Ronda) y organizado por la asociación Silvema Serranía de Ronda – Ecologistas en Acción.
Programa:
– Bienvenida e inauguración del acto: Isabel Teresa Rosado Esquina y Antonio Jesús Viñas Márquez (00:15)
– Petenera. Popular andaluza: Interpretada al violoncelo por Erwin Grafe (05:16)
– Juan, múltiples formas y una misma esencia. Intervenciones:
- Jesús Ignacio Vázquez García, delegado de Urbanismo y Relaciones Institucionales del Excmo. Ayuntamiento de Ronda (10:15)
- Juan Antonio García Villalba, representante de la Plataforma Cueveña en Defensa del Agua (13:30)
- María Luisa Gómez Moreno, representante del Grupo de Trabajo Valle del Genal (19:03)
- José María Guerrero Sánchez, presidente de la Asociación por los Caminos Públicos de la Serranía de Ronda (23:30)
- Saturnino Moreno Borrel, fundador de Silvema (28:30)
- Juan Clavero Salvador, representante de Ecologistas en Acción Andalucía (45:10)
– El cisne. Camille Saint-Saëns: Interpretada al violoncelo por Erwin Grafe (48:00)
– Proyección audiovisual «Juan Terroba, in memoriam» (52:35)
– Clausura del acto y agradecimiento de los participantes: Ana María Sánchez Paz, presidenta de Silvema Serranía de Ronda – Ecologistas en Acción (1:09:55)
DEL ÁRBOL CAÍDO
Recogiendo hojas en el camino, me di cuenta de que la mayoría provenían del
mismo árbol caído. – “Aunque caído y desarmado, sus hojas aún servirán para
algo” – pensé entonces.
Después, me acerqué a él y a sus pies me puse a observarlo, pues es la mejor
manera de ver más allá…
Lo primero que llamó mi atención fue que tenía un diámetro imposible de
abarcar por una sola persona, lo que obligaba seguramente a varias a enlazarse
entre sí, para poder abarcarlo en su totalidad.
Supuse que, para haber sostenido al imponente individuo, existieron una red
de raíces profundas que, por su magnitud, debían seguir estando ahí, allá y aquí,
donde mis pies ahora pisan el suelo almohadillado… y que hicieron posible su
estabilidad durante el tiempo que duró su etapa vital.
De las ramas, de lo esbeltas y robustas como para danzar al viento más impe-
tuoso sin romperse, se podría decir que también fueron árboles independientes, si
no fuera porque se observaban aún unidas a su tronco dormido.
El grueso manto de hojarasca y ramillas que descansaban a su alrededor, me
daban idea de la frondosa copa que tuvo que lucir, capaz de albergar infinidad de
seres y de vidas; algunas estarían estrechamente asociadas a él, otras vivirían bajo
su protección, para otras quizá fue un refugio temporal. Unas se alimentarían
de sus frutos, otras tendrían necesidad de su savia, algunas de su cobijo y otras,
quizá, sólo de su sombra… En conjunto, todo un mundo de pequeños mundos,
dependientes o independientes, con la impronta de éste que los acogió.
Cuando alcé la mirada intentando imaginarlo en pie, lo soñé persiguiendo al
sol, retando al aire, escondiendo posibles presas de sus depredadores, ampliando
raíces para sostener el suelo, asociándose con el agua y estableciendo conexiones
con el bosque herido…
Y volví a mirarlo.
Se diría que yacía inerte, sin más. Que el único movimiento apreciable eran los
cambios de estado que van dejando huellas de degradación. Sin embargo observé
que volvía a haber Vida en él, que servía de alimento a algunos seres, mientras
otros brotaban de sus entrañas.
Todo ello me llevó a concluir que, en esencia, no estaba desapareciendo sino
que se estaba transformando en materia de vidas que en sí, ahora, lo llevan. Que
su concentrado material se estaba repartiendo en millones de partículas y que, de
esta forma, seguirá existiendo y transformándose por los siglos de los siglos…
A Juan: el árbol
